domingo, 4 de noviembre de 2018

A Santoña

Primer fin de semana de noviembre, 2018. 
   Parece que entre el sábado y el domingo hay tregua de lluvia y viento entre Santa Marina y el Buciero. Una singladura deseada desde el verano y pospuesta por menudencias, así que a pesar de que ya hay pocas horas de luz, nos pusimos a la tarea de  hacerla sin más preparativos. 
   En Narval suele estar listo y arranchado para salir. Se nos sumó Carmen y sus viandas que siempre son un placer añadido y partimos a las 11 am. del sábado rumbo este sur este, con viento que venía de la misma dirección y nos obligó a tirar de motor hasta tener por el través la playa de Galizano. La ola era picuda pero no alta y no rompía mucho. No obstante y por primera vez padecimos unos 4 o 5 pantocazos bien sonados, así que decidimos sacar las velas y empezar a dar bordos frente a unos 8/10 KTm. casi constantes. 
   Los acantilados que franquean la playa fueron pasando ante nuestra vista ahora alejándonos, ahora volviendo, bordo hacia el norte, bordo hacia la costa.
   Los Picos de Europa, nevados, sobresalen por encima de la ciudad agrandándose mientras nos alejamos del abra, como si de guardianes míticos se tratara que bajo sus faldas toman en protección a la ciudad de Santander cada vez más pequeña, más recóndita, menos expuesta.
   Cabo Quintres por la amura de estribor. Diríase que tan imponente acantilado, casi vertical, al que el verde tiñe hasta la línea de marea, nos mira hostil.         
   Llevamos una hora de navegación y no conseguimos pasarle a la popa. El
viento en contra, la ola y algo de marea además del gris que se ha metido tras su perfil, nos hacen parecer un equipo de "irás y no llegarás" por más que dos largos bordos nos hicieran pensar en caer en cabo de Ajo, dejando Quintres bien atrás. Así las cosas recogimos las velas con correcta maniobra donde toda la tripulación colaboró y escapamos a motor al punto más al norte del viaje: frente al faro de Ajo, concediéndonos un aperitivo para celebrar (que cosas) no haber ganado más de 2 millas 😆. 
   Pero la vista que disfrutamos nos mereció el rato invertido. 
   Ahora el viento nos daba ligeramente de través pero pof, pof, pof, sorpresa inaudita, nos quedamos sin gasolina. ¿Un despiste de la capitana? ¿Un robo de combustible?, solo disponíamos del bidón auxiliar con 4l. O nos volvíamos viento en popa a toda vela o seguíamos dando bordos hasta Santoña.
   El ánimo no decayó y se decidió seguir aunque lleváramos 4h. y nos quedara la mitad de la travesia, al fin y al cabo íbamos en un barco de vela y había viento, casi en contra, pero viento.

   Y fue una estupenda decisión.  La caída de la tarde tiñó la costa de brillos mates, amarillos, naranjas, rojos y violetas que sobre el verde que alfombra este tramo de la playa de la Arena, punta cureva Colina y cabo Quejo, nos ofrecío un espectaculo tan reconfortante que nos trasladó hasta el Brusco como en un sueño. El sol ya se iba a dormir con su pijama dorado cuando dejamos el Dueso de través. Conseguimos llegar a ese punto en dos bordos. La maestría de nuestro marinero, Luis Espejo, en el arte de sentir el viento y hacerlo empuje en las velas fue magistral. 
   Despedimos la tarde de luz con un brindis de Grog y pasamos a encender las luces de navegación y circunvalar el Buciero imponente y ya de noche, guiados por la luz del faro del Pescador (3+1 destellos cada 15 " y 17 millas a la vista) y las tintineantes luces de la costa de Laredo con sus reflejos en una mar ya en calma, como si también hubiera decidido dormir así, tan de repente.
   El resto fue a motor. 
   Nadie en la boca del puerto. Brillos y noche. Nos guiamos con las cartas electrónicas de Navionics y arribamos en el puerto pesquero. Allí abarloados y satisfechos por la jornada, pusimos pie a tierra, cargamos de gasolina el depósito y nos dimos una cena homenaje en la Santoña popular que en realidad es toda ella.
  En total, 8h de navegación y 24 millas naúticas.
  
 LA VUELTA
 El domingo amanecío despejado y sin viento. Zarpamos a las 9 am. junto con las barcas de turismo que iniciaban su periplo del puntal de Laredo a Santoña. Hacía fresco.
 El faro del Caballo que está sin servicio desde 1993 y no conseguínos verlo ayer, se muestra tan abajo, tan cerca del agua, que sorprende y admira su ubicación dada la pendiente sobre la que se encuentra. Parece construido para admirarlo. A pesar de lo temprano ya hay en él turistas que han tenido que descender los 682 peldaños con los que salvar el desnivel. Si el estado de la mar es el adecuado también hay un acceso que permite atracar barcos, utilizando en este caso una escalinata de 111 peldaños más, construidos por reclusos del cercano penal del Dueso.
  Avistando por la amura de babor Noja, el viento amanece también y nos permite desplegar las velas para cazarlo consiguiendo unos 4 nudos, por la aleta y con el sol por la popa. 
   Hay mar de fondo de un metro y medio o dos. Esta vez volamos casi sin darnos cuenta y a las 2 pm estábamos dejando Mouro atrás y embocando en la Bahia por la grande.
   Se cumplío el pronóstico y la tarde trajo lluvia y viento racheado, pero el Narval ya estaba en puerto y su tripulación también. Entra agua por la sonda, poca, pero hay que mirarlo. Claro que eso será otra historia.
   4h de navegación y 24 millas náuticas. Total del viaje: 48 millas.
FOTOS aquí.


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