Nosotros, la tripulación del Narval, somos casi adictos a esta época. Y no estamos locos, no mucho. Lo que ocurre es que cada vez son más los días en que el sol nos luce y lo hace tenue, suave, pero cálido y con tonos melocotón. Además nos permite mirarle sin quemarnos la retina. Ah, y la bahía es solo para nosotros.
En estos días la Bahía presume con tonos particularmente hermosos y si ha nevado como es el caso, la belleza que nos muestra sobrecoge. Es por eso y porque disfrutamos con el trajín de navegar, que navegamos. El frío lo combatimos con buenos gorros, guantes y trajes aunque en la nieve hay que pertrecharse más, y también, confieso, con algún sorbo de GROG, al más puro estilo de la vieja armada dieciochesca.
conseguimos con la bañera a tope de tripulación, llegar hasta la horadada ( hoy la rota), donde decidimos virar hacia el puntal para comer a su rebufo.
Hubiéramos salido a saludar a la isla de Mouro si no me hubiera ocurrido, en una elegante, rápida y enérgica recogida de escota con el pie trabado en el escotero de la mayor, una luxación de rodilla igualmente enérgica y elegante. ¡Cachis!
Así que chin chin al nuevo año y que no venga peor.
Antes de la avería entramos a buscar al Almirante y cía. a puerto chico pues siempre es un lujo tal maniobra en nuestro histórico puerto donde hace siglo y medio mi bisabuelo amarraba su chalupa.
La vuelta a orejas de burro con el sol acostándose con su pijama naranja sobre las luces deslumbrantes del aeropuerto... A pesar de todo una estupenda salida.
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