miércoles, 1 de mayo de 2019

VOLVER A LA MAR. A mi padre.


  Cuando baja la marea, el agua se va de la bahía despacito al principio pero con fuerza y con velocidad después, dándose a beber a una mar sedienta que apura las últimas gotas con avidez por que las quiere todas y las quiere más allá del abra, más allá.
   Queda la bahía vacía yéndose por los regatos, entre el limo y la canal. Los botes van quedando recostados sobre la basa. De babor o estribor, según los lastres de cada cual; encallados.
Luego con la marea, vuelve el agua, la vida y los botes a faenar repitiéndose el ciclo vital con cada luna.
   Así mi padre.
   Varado desde Sta Lucia en la línea de la playa de la vida, con la proa sin fijar, los remos sujetos en los toletes, desarbolado, meciéndose con la marea que lo encalla cada día un poco más.
   Se vacíaba en cada suspiro; le llamaba al abra la mar. No habrá mas faenas. Ya no. Perdidas las amarras, sin ancla, sin timón ni timonel. Como arribó zarpará.
   Fue en la última marea del 29 de Diciembre en el año 2011.       En paz, dulcemente. Vuelve a la mar. A la mar por siempre jamás, ya no quedan lunas para Pedro; querido papá.

Y sin embargo mientras tu luz se apaga un nuevo cometa ilumina el cielo austral en estos días. Metáfora vital.

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