jueves, 31 de octubre de 2019

A Javi.

El Narval está solemne. Coincidiendo con el primer mes de otoño la noticia me llegó por whatsApp y no por presentida resultó menos triste y sobrecogedora.
Izo la bandera blanca en tu honor. 
El verano pasado izábamos la bandera negra  cuando nos poníamos solidarios y apoyábamos desde la mar a colectivos que protegen la bahía, su paisaje y paisanaje, su herencia y legado de corruptos políticos...
-sociópatas, decías sonriendo. 
Ya no fumabas y aun sabiéndote cansado, evitabas parecerlo mientras estabas a bordo. 
También izamos la bandera roja 
-la bucanera,  la que nos hacía  sentir libres en este Cantábrico amable en los días que compartimos y en los que nos relatabas borrascas y calmas, sinsabores de pescador, anécdotas de patrón, vida de marino... mientras con mimo y arte empatabas las entonces penosas amarras del Narval que ahora se conservan gracias a tu esmero. Las tejías, mientras por el través de estribor, bordeábamos el imponente cabo Ogoño, que tanto nos recordó al Buciero. ¡Que agradables momentos  y cuanto aprendimos de tu ir y venir por mares y océanos...!
Suelto las amarras, las dejo pender por las amuras y las aletas lentamente viendo cómo se sumergen sin hundirse. Dejo que el Narval derive sin velas ni motor a merced de la marea. Las olas se templan y apenas golpean el casco; la tarde se apaga también como tú has hecho ya, en calma. Una escasa y diríase respetuosa brisa hace ondear la bandera, la blanca, la de estar en paz. Dejo caer por la borda tus flores, algunas de las que te acompañaron en la despedida de Ciriego. 
Levanto mi copa de Grog: eras un hombre cabal, orgulloso de su hijo y pareja. Un marino, con una cálida sonrisa y toda la mar detrás. 
La noche me devuelve a la rutina. ¡Buena proa, querido Javi!. Vuelvo al puerto.



1 comentario:

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