Llueve de calabobos mientras salimos con decisión hacia Cabo Mayor.
La bahía nos despide reteniendo en ella la lluvia y haciéndonos así la navegación más cómoda aunque el viento escasea. Las olas son pequeñas y no nos hacen cabecear apenas.
Así vamos dejando atrás - a la francesa- ( mayor y motor) la línea de la costa más conocida y transitada por tierra: el panteón del Inglés, la cantera, el Bocal, La Maruca. Perfil que no por conocido se nos muestra menos admirable desde la perspectiva de la mar.
Que decir de el perfil de la Virgen del Mar, la Hermía y Covachos tan visitadas para bañarnos, y con sus roquedales milenarios y todo el tramo de la desembocadura del Pas. Y así hasta vislumbra Cobreces.
El día sigue gris, vemos cómo las nubes llegan al suelo por detrás de la línea de costa hasta que a esta altura, también lo hace del lado de la mar, vamos,
empieza a llover y la visibilidad se reduce a la proa del barco. No se ve nada que no sea gris, húmedo, agua y algo de mar. Arrecia, las olas se animan un poquito, el viento nos empuja con más entusiasmo y así
llegamos a San Vicente. Por suerte deja de llover y podemos entrar con la enfilación a la vista y sin barra, con la marea a favor como previmos y amarrarnos a una boya que ahora se "gestiona", es decir, te cobran 20€ por amarrarte en ella. Sin más servicio, ni contra prestación, ni recibo. Lo público va dejando de serlo...si así lo permitimos. Se ve que por estos lares desconocen el articulo 2 y 31 de la Ley de Costas que garantiza el dominio marítimo terrestre para uso y disfrute de toda la ciudadanía. Así que había pocos barcos. La próxima vez fondearemos al otro lado de la ria.
Aún con todo, nada nos impidió dar un paseo y disfrutar de la vista de este puerto que es aún evocador y acogedor.
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