Salimos de San Vicente a las 7 am para tener marea alta cuando lleguemos a la Tina. Esta clareando un nuevo día en gris. Aún están encendidas las balizas y el faro. Junto con un velero Francés pasamos la barra dócilmente y aproamos a 260 W.
Todo parece dormir. Incluso los pesqueros. Poco viento y por delante 5 millas para llegar al límite oeste de Cantabria.
Inmediatamente entre la bruma se distingue un faro, muy próximo a nuestro destino como queriendo animarnos a avanzar.
Dejamos atrás la entrada a Tina Menor, un paraje excepcional y costeamos el tramo de Costa que separa ambas Tinas y que es bravo y hermoso. Sobre las 9 am reconocemos la entrada que buscamos.
Arriba del acantilado el camping mimetizandose entre el arbolado, a babor la enfilación, la boya que sugiere que allí es y nos aproamos expectantes ayudados por la marea que sube entre las imponentes paredes de esta desembocadura que no pareciera poder existir.
Entramos suave, mecidos, sobrecogidos por la belleza del lugar que aún dormita y a pesar de predominar el gris plomizo que trae lluvia.
Sobre la ría una leve niebla se está levantando dando un toque de cuento y magia a la Tina, el Pedrero y sus laderas.
Alguna gaviota.
Un Cormorán nos mira atónito sobre una rama que asoma de un tronco varado y a medio hundir.
Me dejo deslumbrar mientras avanza suavemente el Narval como si lo estuviera descubriendo en ese instante y nada de lo que allí habita en mi memoria habitara allí, y mis sentidos se emocionan ahora, del momento actual.
El Narval se ancla en Bustio.
Todo sigue en paz. Hermoso. Acogedor.
Hoy me baño contigo querida Elisa, en tu remanso de eternidad.
Fotos aquí.
La salida fue tan espectacular, emotiva y hermosa como el paraje que transitamos, hasta la mar.
El Cantábrico nos recibió sin darnos oportunidad de distraernos ya que había una leve marejada que no nos puso fácil la izada de la mayor y la toma de rumbo de vuelta al este. Eso sí: lucia el sol y aquí es noticia por que todo el horizonte cambia por completo y los colores, sombras, brumas y nieblas se contemplan con fascinación de imponentes.
El piloto automático nos ayudo llevando el rumbo 60NE hasta Suances. Unas 7 horas dando bordos largos pero precisos, hasta llegar con el viento en contra y ola pequeña pero picuda al destino. La barra estaba sin ola, así que entramos cómodamente y Luis volvió a dar lección de su pericia con poco calado. Vinieron Inma y Candela a cenar con nosotras: que alegrón.
Descansamos y dormimos en el puerto pesquero donde nos dejaron sin problemas abarloarnos a uno que no iba a salir.
Por la mañana sorpresa, la autoridad portuaria nos pide los datos (por el control de inmigración)y nos informa de que tendríamos que pagar la estancia, cosas de nuestros políticos que distan y mucho de lo que hemos vivido en Euskalerria en lo que a facilidades se refiere (a favor de nuestros vecinos, lamentablemente para Cantabria)
La salida de Suances fue fácil y el día un derroche de sol sobre nosotros, sin viento, sin ola, con una mar turquesa en la que nos bañamos frente a las imponentes islotes de costa quebrada y una costa esmerilada por la bruma y el reflejo del potente sol.
De nuevo a la francesa sin prisa ni pausa, hasta doblar Cabo Mayor y enfilar a la bocana de la bahía de Santander. Volvíamos a casa. Baño frente a la Magdalena y a Marina del Cantábrico. Volvía sí, pensando en volver.
Fotos aquí ⚓
Alguna gaviota.
Un Cormorán nos mira atónito sobre una rama que asoma de un tronco varado y a medio hundir.
Me dejo deslumbrar mientras avanza suavemente el Narval como si lo estuviera descubriendo en ese instante y nada de lo que allí habita en mi memoria habitara allí, y mis sentidos se emocionan ahora, del momento actual.
El Narval se ancla en Bustio.
Todo sigue en paz. Hermoso. Acogedor.
Hoy me baño contigo querida Elisa, en tu remanso de eternidad.
Fotos aquí.
La salida fue tan espectacular, emotiva y hermosa como el paraje que transitamos, hasta la mar.
El Cantábrico nos recibió sin darnos oportunidad de distraernos ya que había una leve marejada que no nos puso fácil la izada de la mayor y la toma de rumbo de vuelta al este. Eso sí: lucia el sol y aquí es noticia por que todo el horizonte cambia por completo y los colores, sombras, brumas y nieblas se contemplan con fascinación de imponentes.
El piloto automático nos ayudo llevando el rumbo 60NE hasta Suances. Unas 7 horas dando bordos largos pero precisos, hasta llegar con el viento en contra y ola pequeña pero picuda al destino. La barra estaba sin ola, así que entramos cómodamente y Luis volvió a dar lección de su pericia con poco calado. Vinieron Inma y Candela a cenar con nosotras: que alegrón.
Descansamos y dormimos en el puerto pesquero donde nos dejaron sin problemas abarloarnos a uno que no iba a salir.
Por la mañana sorpresa, la autoridad portuaria nos pide los datos (por el control de inmigración)y nos informa de que tendríamos que pagar la estancia, cosas de nuestros políticos que distan y mucho de lo que hemos vivido en Euskalerria en lo que a facilidades se refiere (a favor de nuestros vecinos, lamentablemente para Cantabria)
La salida de Suances fue fácil y el día un derroche de sol sobre nosotros, sin viento, sin ola, con una mar turquesa en la que nos bañamos frente a las imponentes islotes de costa quebrada y una costa esmerilada por la bruma y el reflejo del potente sol.
De nuevo a la francesa sin prisa ni pausa, hasta doblar Cabo Mayor y enfilar a la bocana de la bahía de Santander. Volvíamos a casa. Baño frente a la Magdalena y a Marina del Cantábrico. Volvía sí, pensando en volver.
Fotos aquí ⚓
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todas las opiniones son bienvenidas, salvo las Trols, que no se publicaran.