Se maneja con el bote por los rompientes entre los dos castillos, como si la barca tuviera radar, sonda, carta de navegación y un cabo que fuera llevado por algún dios del océano. Pero no. Nada lleva el bote, salvo su habilidad y conocimiento. Nos acerca a una playa sin acceso bajo el faro del Castillo de San Sebastián... Se lamenta de las redes de los barcos "legales" que arrasan con todo lo vivo por las artes de pesca y en cantidades de diezmarlo todo.
Arribamos además de él ,Sara, su amiga y colega y mujer comprometida e inteligente, responsable de formación ambiental y área marina... Patricia, joven y despierta. Habilidosa coordinadora de acciones y diligente ayuda en el barco, el diosa Maat, con el que andamos de campaña contra el uso del gas como renovable y al que hemos abandonado esta mañana para disfrutar de esta oportunidad en Cádiz. está Luis, capitán en estos meses de la Diosa y yo misma, voluntaria este mes de septiembre (parte de él al menos).
-¡Las piedras tienen verdín! ¡Cuidado de no resbalar!
-¡Anclo el arpeo!
-Yo bajo las mochilas
Baño, sol, viento suave.
Restos diezmados de ánforas milenarias que El Fibras reconoce sin dudar; cantos negros pulidos por cientos de años de los traídos de ríos para lastrar los navíos...
-¿Volvemos?
-¿Hacemos una salida "por fuera" del castillo, a mar abierta y volvemos a la Caleta?
-¡Vale!. Pero ¿ no hay mucha rompiente?
-Ja, ja, ja,-ríe el joven- Pasamos por el ojo del puente , la marea sube, es fácil.
¿Fácil? El ojo se me antoja minúsculo y el agua entre los dos lados se besa con pasión generando ola...
-Vamos pues.
Subimos a bordo como bajamos. Enfilamos entre rocas, bajíos, hacia el ojo del puente que lleva al castillo. Luis coge la caña relatándonos su experiencia desde niño con botes similares, en la bahía de Santander, también para pescar con su padre. Maneja la caña con seguridad inapelable y surfea las olas de rompiente con precisión y suavidad. Nos acercamos...
-¡Ahora! ¡Acelera! ¡Rozando por la amura de estribor y libras!
Pasamos bajo el puente por su ojo y salimos al Atlántico dejando Cádiz por la popa y ante la mirada desconcertada de un par de pescadores a caña del muro... y tras una milla aproximadamente, viramos y volvemos con el viento por la aleta y sobre el oleaje, a pasar a la inversa por el mismo ojo del puente del castillo de San Sebastián y caemos en la Caleta repitiendo el momento de vértigo y emoción. Serpenteamos entre los botes fondeados y recalamos en la rampa del muro. Nos volvemos a mojar al desembarcar entre las olas y alegres terminamos la tarde en los bares de la Viña.
Frente a nosotros el sol se va a dormir sobre el horizonte tras un biombo gris que le hace una nube. Termina la tarde...
Leerlo apasiona, como una buena novela de bucaneros
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